Los niños amados se convierten en adultos que saben amar.

El entorno es un factor importante para los niños, especialmente durante su crecimiento. Esto se debe a que las primeras interacciones e intercambios que se recibe de las personas cercanas, tienden a marcar un patrón en cuanto a su forma de relacionarse con los demás.

El crecimiento emocional de cada individuo, depende de los intercambios emocionales que experimente durante la primera etapa de su vida. Esto se debe a que los niños absorben el conocimiento por parte de las personas que le rodean, aprendiendo así a relacionarse con su entorno. Esta etapa también le permite aprender sobre la capacidad de dar y recibir amor, capacidad que se reflejará durante su crecimiento.

 

Si los alimentamos de amor, los miedos morirán de hambre.

 

Las muestras de cariño y afecto por parte de las personas más cercanas de su entorno, ayudan a los niños a elevar su autoestima. Además, contribuye al desarrollo emocional y a construir una personalidad emocionalmente inteligente y adaptada. De esta forma, el amor que se le da a los niños, les ayuda a enfrentar los miedos durante su crecimiento.

Los niños por naturaleza, poseen confianza, persistencia, optimismo, automotivación y  entusiasmo, razón por la que se enfrentan de forma natural contra los retos sin temor. Por lo que son los adultos, los responsables de motivar o mermar estas características en los pequeños.

 

El amor y la educación emocional deben ser la base de la crianza y de las interacciones con los más  pequeños de la casa, para fomentar conexiones neuronales saludables. De esta forma padres, tíos, representantes y maestros, mediante las demostraciones de afecto pueden contribuir con su bienestar físico y emocional.

Como figura de autoridad, los adultos de su entorno deben comprender la importancia de dar libertad sin descuidar, y de velar sin sobreproteger. Sirviendo de apoyo y de base, para que los niños descubran y puedan desarrollarse a nivel emocional, en un ambiente apto, que les permita identificar y aceptar sus emociones.

 

Algunos especialistas recomiendan dejar que los niños expresen mediante el habla sus sentimientos y emociones. Sin embargo, las palabras suelen representar una pequeña parte de los elementos de una interacción.

Es por ello, que se recomienda no solo enfocarse en la verbalización, sino enseñarle a analizar e interpretar el significado de la postura, de las expresiones faciales, del tono de voz y cualquier aspecto del lenguaje corporal. De esta forma, el niño obtendrá un conocimiento basado en experiencias y en el aprendizaje otorgado, formando así un futuro adulto, desarrollado de forma correcta a nivel emocional.

 

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